martes, 16 de agosto de 2016

CAPÍTULO 13


Alejandro


Llevo quince minutos esperando apoyado contra el asiento de mi moto cuando por fin aparecen Rafa y Mario por la esquina de la residencia con las suyas.
Esto de que la fiesta no sea en la casa de la facultad es una putada. Allí te podías poner todo lo pedo que quisieras sin necesidad de conducir de vuelta al campus. Además te podías follar a las tías en alguna habitación que estuviera libre y tuviera la puerta abierta. Entrabas, te la tirabas y si se terciaba no la volvías a ver el pelo en toda la noche.
Nunca he pasado una noche entera con una chica. Cuando terminaba de follármelas me daban su número para que las llamara y nada más salir por la puerta lo tiraba.
—¿Nos vamos? —Pregunto en cuanto llegan mis colegas.
—Vamos.
Me monto en mi moto, me pongo el casco y nos vamos.
La discoteca en la que se celebra la fiesta está tan sólo a una media hora del campus.
Nos paramos en un semáforo y miro dentro del coche que tengo al lado. Un niño pequeño de unos siete años juega con un coche de juguete que tiene en las manos y de repente me mira. Pero me dedica una mirada con odio. Miro al semáforo y cuando cambia de color le saco el dedo y acelero dejándolo atrás.
Para cuando llegamos a la discoteca del centro, ya hay unas cuantas personas en la puerta haciendo cola para entrar. La mayoría de las chicas visten vestidos cortos, tan cortos que si se agachan un poco podría decirles de qué color llevan las bragas.
Cuando aparcamos las motos, casi todo el mundo nos mira durante unos minutos. Pero a mi me da igual, nunca me ha importado que la gente me mire.
Mientras nos dirigimos a la puerta de entrada, no puedo dejar de pensar a cuántas de estas tías me voy a follar esta noche.
—¿Tenéis los carnet? —Nos pregunta el segurata que hay en la puerta.
Le enseñamos nuestros carnet de residentes en la universidad de los Estados del Valle, los observa con detenimiento y nos los devuelve.
—No podéis pasar. —Dice finalmente y nos echa a un lado.
—¿Qué coño estás diciendo? —Le digo al tío cerrando el puño.
—No podéis pasar.
Estoy a punto de abalanzarme sobre él cuando Rafa me coge del brazo y me echa a un lado para hablar él.
—Venga ya tío. Aquí tiene que haber un error.
—Vosotros sois los que causasteis demasiados problemas el año pasado. No podéis pasar.
—Hijo de puta. —Le digo en su puta cara. — Ya veremos si podemos pasar o no.
Estoy a punto de reventarle la cara a puñetazos cuando Rafa y Mario me lo impiden.
—Vamonos tíos. —Dice Mario.
Nos alejamos de la puerta de entrada y nos dirigimos al lugar donde habíamos dejado las motos.
—Le parto la cara al gilipollas. —Digo con muchísima tensión en mi interior.
—Os dije que no era buena idea venir. —Dice Mario.
—¿Y qué coño hacemos? ¿Dónde vamos ahora? —Pregunta Rafa controlándose.
De los tres, soy yo quien pierde los papeles más fácilmente.
—A la puta fiesta. —Digo sacando un corta alambres que llevaba en la moto.
—¿Qué? ¿No le has oído? No podemos pasar tío. —Dice Mario acojonado.
—Ya veremos si pasamos. —Le respondo poniéndome en marcha.
—¿Dónde vas tío? —Me pregunta Rafa.
—Yo iré por la ventana del baño que comunica con la parte de atrás del aparcamiento. Rafa tú entra por la puerta derecha del sótano y tú Mario salta los arbustos y entra por la salida de emergencia cuando salga alguien. Nos vemos dentro.

1 comentario:

  1. Hola, llevo algo de tiempo leyéndote y no me puedo guardar esto para mí, escribes genial, me encanta, sigue así. Un beso enorme.
    Alba

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